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domingo, 30 de agosto de 2009

Giro di Lombardia

Como dije en mi post anterior, estoy en Italia. En Turín, concretamente, capital de la región del Piamonte, pero os quiero contar antes algunas cosas de mi visita turística a Milán, capital de la Lombardía.

Como los que me conoceís sabeís, nunca antes había viajado en avión, hasta hace dos días. Por eso, ir a Manises a coger un avión de Vueling con destino Malpensa iba a ser una experiencia nueva. La verdad que es impresionante el despegue y poder ver desde el cielo las piscinas de los chalés o volar por encima de las nubes. Como el vuelo era relativamente corto, menos de dos horas, se hizo llevadero y no sufrí el 'síndrome de la clase turista'. Al llegar, casi no me podía creer que ya no estaba en España, ni siquiera en Andorra. En un par de horas, ya estaba en Italia, como mola la aviación comercial. Tocaba entonces coger las maletas, que salieron tarde, y coger el bus hasta la estación central de Milán, una basta construcción hecha por Mussolini del estilo 'a ver quién la tiene más grande' que también siguieron los soviéticos en el metro de Moscú, por ejemplo. En ese trayecto comprobamos que Milán es una ciudad de contrastes. Por una parte, barrios obreros en las afueras. Por otra, grandes edificios de oficinas, avenidas anchas y mucho lujo en el centro. Llegamos a nuestro hotel, y lo primero que hago es ver la Formula 1, para no perder las buenas costumbres.

Por la tarde, visita al centro de Milán, con paradas en varios parques, en el teatro de la Scala (el edificio es bastante feo, por otra parte) y frente al teatro nos llevamos una sorpresa: una previa gratuita de una exposición de un manuscrito original de Leonardo da Vinci. Un placer poder haber visto una creación de uno de los grandes hombres de la historia. Pero lo mejor casi estaba por llegar. Paso por la Galleria Vittorio Emanuelle II, uno de los lugares más exclusivos de todo el mundo, donde se pueden encontrar marcas variadas como Gucci, McDonald's o una especie de FNAC de dos plantas, en el que una de ellas estaba dedicada exclusivamente a música clásica vendiendo incluso partituras para muchas obras e instrumentos. Pero lo más importante llega al salir de la galería. La catedral de Milán, el famoso Duomo, se alza majestuoso ante nosotros. Espectacular, sin palabras. Te dan ganas de contemplarlo una y otra vez hasta que las retinas se te caigan. Después, a buscar algunas tiendas, con especial atención a la Ferrari Store, una tienda de cinco plantas, según me dijo un dependiente, la más grande del mundo. Ya desde el escaparate, se puede ver un F1 de verdad y un cartel de apoyo a Felipe Massa. Una vez dentro, el paraíso. Mucho merchandising de Ferrari, a lo bestia, además de un coche en el que la gente que compra más de dos cosas podía hacerse una foto, un par de motores... el paraíso. Yo me dejé un dinero, aunque de eso no se habla. Sólo hablaré de que subí a la última planta, la de artículos de lujo, donde me compré una corbata y al ser un producto que no está expuesto, sólo el de muestra, el dependiente de esa plantalo saca del almacén y te acompaña a la caja, siempre con amabilidad. Me sentí como Pretty Woman cuando le hacen la rosca. Hablando de dependientes, la tienda estaba vigilada por unos señores de raza negra imponentes, con sus trajes perfectos. Mucho lujo se respira en esa tienda.

El segundo día y último, tocaba ver el resto de emblemas de Milán. Pero hay que hacerlo en metro, porque Milán es una gran ciudad. El metro de Milán es bastante completo, es barato (3 euros un billete ilimitado de un día), mucha frecuencia... pero tiene una pega, es muy viejo. Parece el metro de New York. Al menos, salimos vivos y no nos confundimos de parada. La primera parada fue el castillo de los Sforza, que tiene un patio inmenso. No tan conocido como el Duomo, pero muy recomendable. Para recuperar fuerzas, una pizza de horno de leña en la misma Galleria. Un lujo en un lugar de lujo, como señores comimos, vaya. Con las fuerzas recuperadas, a subir al Duomo, al tejado, literalmente, para ver buenas vistas de Milán. Después entramos a uno de los lugares más caros en los que he estado. Imagina El Corte Inglés, pero sólo las mejores y más caras del mundo. Imagina un sitio donde lo más barato que encontré (aparte de unos platos feos a un euro) era un pañuelo de 60 euros. Muy bestia: Armani, Lacoste, Louis Vuitton.... Muchos productos no tenían precio, literalmente. O el precio estaba en pequeñito, para meter más ceros.

La jornada de visita la cerramos con una visita a la Pinacoteca de Brera, la tercera más importante de Italia, con obras de Raphael, El Greco, Picasso, Rubens... Merece la pena, pero mi extremo cansancio y mi incultura artística no me permitieron disfrutarlo a tope, sobretodo lo primero.

Y para pasar las últimas horas en Milán, nada mejor que ver en TV el derby de la ciudad, Milán-Inter. Pero de fútbol no quiero hablar. Casi mejor que mañana os intentaré contar los dos primeros días en Turín, ayer y hoy, que de momento hay tela.